Tan lejos como recuerdo siempre fui adepto a escuchar música contemporánea, la clásicas pistas de cinco minutos de duración que recitaban alguna historia que de alguna manera te identificaba o a veces simplemente te gustaba tararear. En algunas ocasiones ni siquiera era necesario entender "la letra", pero eso no importaba, porque más peso tenía la composición musical. Siempre me gustó "escuchar música" como se dice coloquialmente. De muchacho tenía uno de esos modernos reproductores portátiles -- así es, antes se usaban reproductores portátiles por separado del móvil y creo aún se usan --, digo modernos porque pertenecía a la era del reproductor MP3, es decir, el almacenamiento digital, canciones en la forma de archivos virtuales que puedes monitorear con una computadora. Hoy en día eso suena muy natural, pero antes todo era físico, creo haberlo alcanzado a vivir: cassettes en cajas de plástico puesto a disposición para ser escuchados gracias a algún equipo stereo, o "walkman". Luego aparecerían los CD's como formato físico, pero esa es otra historia. Recuerdo mi vieja casa llena de cassettes de artistas de la época, de por allá de los 80-90's. Camilo Sesto, Pimpinelax, la nueva ola chilena, y entre medio compilados juveniles, Mekano (el show de tv), Axe Bahía, Dragon Ball, etc. Cosas que no eran necesariamente "ediciones originales" aún así albergaban cierto misticismo y misterio; hay quienes dicen que la ignorancia guarda cierta felicidad.
Continuando, cuando obtuve mi primer MP3 (como se le solía decir), recuerdo que era una pequeña pieza China de metal y plástico, de apariencia elegante, que tan sólo ofrecía un giga byte de espacio de almacenamiento. Sólo eso bastaba para convertirme en el jovencito más feliz de la cuadra, pues acto seguido me remitía a añadir toda la música que guardaba en el viejo computador familiar -- sí, en los viejos tiempos, la gente de clase media baja, y quizá también los ricos, disponían de un sólo computador para sus labores, un computador gigantesco de escritorio que no era muy eficiente --, artistas de todo tipo se podía encontrar en la antigua Internet de los 90's y 00's donde aún era divertido compartir e investigar, pero claro, también era más peligrosa, no sólo softwares mal intencionados corrían por ahí, sino también gente perversa, sin embargo, la cultura era clara: mientras no des mucha información y desconfíes, siempre estarás seguro. Cómo ha cambiado el mundo...
Había una banda en particular que me causaba cierto interés. Radiohead. El grupo británico de música rock alternativa, entre otros géneros, contemporánea de Nirvana. Era mi cumpleaños -- ¿o Navidad -- y mi hermana mayor segunda había descarga la discografía completa, hasta el momento, de la banda. Ella me la obsequió como un CD. Hasta entonces apenas conocía Creep, gracias a los vídeos de un Youtube primitivo que calificaba videos con cinco estrellas. Ni corto ni perezoso aproveché de añadir dichas canciones a mi MP3. Las solitarias tardes de verano ahora tenían algo que escuchar.
Luego, creo que jamás volví a prescindir de dichos aparatos, o parecidos. Siempre procuraba oír música, de tener un MP3, un celular o canciones en el computador, pues de otra manera no me sentía bien; sentía que algo me faltaba. Pienso que quizás, la música me permitía sentir aquello que no podía sentir como un muchacho solitario. Ha sido un largo camino hasta este pensamiento.
Julian Bosch