miércoles, 25 de diciembre de 2019

Sonido y Silencio

Tan lejos como recuerdo siempre fui adepto a escuchar música contemporánea, la clásicas pistas de cinco minutos de duración que recitaban alguna historia que de alguna manera te identificaba o a veces simplemente te gustaba tararear. En algunas ocasiones ni siquiera era necesario entender "la letra", pero eso no importaba, porque más peso tenía la composición musical. Siempre me gustó "escuchar música" como se dice coloquialmente. De muchacho tenía uno de esos modernos reproductores portátiles -- así es, antes se usaban reproductores portátiles por separado del móvil y creo aún se usan --, digo modernos porque pertenecía a la era del reproductor MP3, es decir, el almacenamiento digital, canciones en la forma de archivos virtuales que puedes monitorear con una computadora. Hoy en día eso suena muy natural, pero antes todo era físico, creo haberlo alcanzado a vivir: cassettes en cajas de plástico puesto a disposición para ser escuchados gracias a algún equipo stereo, o "walkman". Luego aparecerían los CD's como formato físico, pero esa es otra historia. Recuerdo mi vieja casa llena de cassettes de artistas de la época, de por allá de los 80-90's. Camilo Sesto, Pimpinelax, la nueva ola chilena, y entre medio compilados juveniles, Mekano (el show de tv), Axe Bahía, Dragon Ball, etc. Cosas que no eran necesariamente "ediciones originales" aún así albergaban cierto misticismo y misterio; hay quienes dicen que la ignorancia guarda cierta felicidad. 

Continuando, cuando obtuve mi primer MP3 (como se le solía decir), recuerdo que era una pequeña pieza China de metal y plástico, de apariencia elegante, que tan sólo ofrecía un giga byte de espacio de almacenamiento. Sólo eso bastaba para convertirme en el jovencito más feliz de la cuadra, pues acto seguido me remitía a añadir toda la música que guardaba en el viejo computador familiar -- sí, en los viejos tiempos, la gente de clase media baja, y quizá también los ricos, disponían de un sólo computador para sus labores, un computador gigantesco de escritorio que no era muy eficiente --, artistas de todo tipo se podía encontrar en la antigua Internet de los 90's y 00's donde aún era divertido compartir e investigar, pero claro, también era más peligrosa, no sólo softwares mal intencionados corrían por ahí, sino también gente perversa, sin embargo, la cultura era clara: mientras no des mucha información y desconfíes, siempre estarás seguro. Cómo ha cambiado el mundo...

Había una banda en particular que me causaba cierto interés. Radiohead. El grupo británico de música rock alternativa, entre otros géneros, contemporánea de Nirvana. Era mi cumpleaños -- ¿o Navidad -- y mi hermana mayor segunda había descarga la discografía completa, hasta el momento, de la banda. Ella me la obsequió como un CD. Hasta entonces apenas conocía Creep, gracias a los vídeos de un Youtube primitivo que calificaba videos con cinco estrellas. Ni corto ni perezoso aproveché de añadir dichas canciones a mi MP3. Las solitarias tardes de verano ahora tenían algo que escuchar.

Luego, creo que jamás volví a prescindir de dichos aparatos, o parecidos. Siempre procuraba oír música, de tener un MP3, un celular o canciones en el computador, pues de otra manera no me sentía bien; sentía que algo me faltaba. Pienso que quizás, la música me permitía sentir aquello que no podía sentir como un muchacho solitario. Ha sido un largo camino hasta este pensamiento.

Julian Bosch

domingo, 15 de diciembre de 2019

Wyrm

Recuerdo aquellos tiempos en los que era un jovencito que sólo quería encajar y era capaz de acceder a participar en los rituales más absurdos que pudieran haber mientras no me costara la vida. Uno de ellos: los juegos de cartas, mazos compuestos por esquelas multicolores que podían tener desde simples a increíbles ilustraciones. El Gran Wyrm se llamaba esa carta, que ya ni recuerdo que habilidades de juego poseía. Dibujada por un talentoso artista. Yo impresionado intenté retratar mi aprecio por el detalle.

Wyrm:
Fuente: Elaboración propia
Julian Bosch

viernes, 13 de diciembre de 2019

Sueños Humanos

Hay algo que debe quedar claro. Las personas sueñan despiertas con el fin de motivar la vigilia, a pesar de las restricciones de la realidad, se empeñan en crean escenarios espectaculares que quitan el aliento, satisfacen la carne y alivian el alma. Pero por más anhelo que conspire en los nervios  la verdad es que poco o ninguno de esos sueños toman forma ni fondo.

Reflexiones interesantes no existen en este punto, solo un estamento, una declaración de falsa paz que se acurruca en el abismo de nuestros corazones: estas personas se acostumbran a la ilusión, una ilusión frustrante que se transforma en conformismo. Una señal de vejez y aturdimiento, gente confortablemente adormilada. No obstante, si llegase alguna vez a repetir el plato, yo ya sabría donde encontrar la receta.

Julian Bosch